El capitonado simpre, el ardorno, el lugar fuera
de circulación determinado por el algún punto de capitón, convertido en cartel
de publicidad, en encabezado y letra de cuerpo de un titular, que será un teléfono
sonando, en una habitación vacía como atestada de personas, lo no tenido en cuenta y a la vez sumamente relevante. La ortogonalidad de
la ciudad se resuelve de todos modos, será la marcha hacia una misa, marchará
como obrero o turista; sólo atravesando ese punto de capitonado, ese “detalle”
a simple vista, que es una variación acordada a la función del edificio al que
nos refiramos. De allí que logre transmutar las personas en sujetos, este es el
status último de las instituciones, hacer sujetos de las personas de la
ingeniería aparentemente mínima: porque las personas se reúnen en grupo con la
intención de acceder por el capitonado al fin más elevado de la construcción
social.
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